domingo, 4 de abril de 2010

Semana de Sueños


Anoche soñé que una voz me decía: “Hay una búsqueda de mejoramiento a través de cambiar tu forma de vida. Deseas alcanzar el éxito. El éxito puede venir pero hay que ser prudentes con quien se relaciona uno, no confiar los aspectos personales o íntimos a otros”.
Después de analizar mi sueño, vino a mí este pensamiento: “Alcanzar el éxito…”
Lo medité un rato y me dije: “¡este es el negocio que estaba esperando! ¡Voy a vender el servicio de interpretación de sueños!”. “Le voy a decir a mi esposa Ríspida que ya sé como vamos a salir de pobres”. Así que me dirigí a la cocina y le comenté mi propuesta millonaria. Se me quedó viendo atentamente, luego su mirada se fue hacia el techo y cuando se volvió hacia mí, dijo:
¡Prudencio, vete a trabajar…!
¡Prudencio, ya es hora que te levantes, se te va hacer tarde!
¡Prudenciooooooooooo!


22 ene 2010

Ayer, cuando regresé de trabajar, mi mujer me dijo que me encuentro en el último tercio de mi vida y no he hecho nada para asegurar nuestro futuro. Y en lugar de cenar me fui a la cama. Yo me dije antes de dormir: “Tengo energía, salud y mis capacidades físicas y mentales en buena perspectiva, todo me parece bueno. Siento orgullo y ambición. El intelecto y la pasión están bien mezclados. Tengo una buena apariencia, aunque algo austera. Capacidad de control y buena voluntad. Hay confianza en mí mismo”.
Así, rumiando esos pensamientos me quedé dormido. En mi sueño, me sentí un “Súper Héroe”, me vestí con el traje del Hombre Araña y aunque me veía algo barrigón, salía a buscar mi futuro.
Al día siguiente, amanecí con un chichón en la cabeza y acomodado en el suelo, mientras mi “vieja” roncaba a “pierna suelta” boca arriba, desparramada en la cama como señalando para las cuatro esquinas del cuarto.
Antes de irme a trabajar, fui por un traste, lo llené de agua y se la aventé a la cara a mi mujer para que no volviera a estar jodiendo con “nuestro futuro”. Salí corriendo de la recámara para irme a trabajar, azoté la puerta tras de mí para aparentar que estaba muy enojado; mientras ella se quedaba gritando por la ventana, a todo pulmón, de lo que me esperaría al volver del trabajo.


23 ene 2010

Anoche después de recostarme algo adolorido por las descargas de puñetazos que asestó mi mujer en varias partes de mi humanidad, mismos que descargó con una sarta de palabrotas de todo el repertorio del folklore mexicano, pude recostarme con algo de trabajo en el  sillón de la sala, aunque con dificultad, pude conciliar el sueño.
Hoy en la mañana, tan pronto como mi cuerpo me lo permitió, me puse a interpretar mi sueño: Una mano izquierda grande, fuerte y blanca, ponía un balón de football americano en mis manos.
“No cabe duda que los triunfos están condicionados para que los obtenga sólo con la prudencia y el sacrificio”, pensé.  “Pero vendrán.” Concluí.
A mis 39 años, ya tenía que ver la vida como debe ser: a los ojos y de frente, pues ya no me quedaban ganas de volver a sentirme como uno de los Súper Héroes después de traer un “chichón” en la cabeza y de los “recuerdos” que me dejó mi “vieja”.


24 ene 2010

Esta mañana, viendo lo difícil que está la situación comencé el día poniendo mis rodillas en el piso y comencé a orar: “Dios, gracias por protegerme y guiar mi camino.
No tengo amigos y baso mi confianza ahora en ser responsable. Estoy buscando en mi propio caminar la realización de mi felicidad. Veo a mi esposa Ríspida muy mandona y difícil de compartir con ella. Lo único que me ha hecho feliz, es que mi vida interior ha ido cambiando para bien. Mi sueldo, aunque es para lo básico, me han permitido conquistar mi paz interior y la confianza en mí mismo. Gracias Dios por tus bendiciones, ahora me doy cuenta que eres el único con el que puedo platicar sin que me griten o me hagan mucha crítica. Amén.”
Me salí sin desayunar para no molestar a mi esposa y me fui a trabajar pero antes pasé a una papelería, compré una libreta pues quiero escribir en mis ratos libres.
“A lo mejor me salgo de este mundo cruel si empiezo a escribir de extraterrestres.” Me dije deseando evadirme de mi realidad.


27 ene 2010
Ayer la vi por primera vez.
Salí del trabajo, eran como las siete treinta p.m., caminé hacia el Jardín de las Rosas y esperé el transporte colectivo que me llevaría a casa. Después de abordarlo, saqué mi reproductor de música, me puse los audífonos y comencé a escuchar algo romántico. Eso me dispuso a poner alerta mis sentidos: estaba atento a cualquier mirada, al contacto físico debido a la cercanía de la mujer que venía a mi lado, al aire fresco que entraba por la ventanilla y al sabor de una pequeña barra de chocolate que venía disfrutando.
Habían subido unas cuatro o cinco personas y el asiento frente a mí estaba vacío. El transporte se detuvo en la puerta de la Secundaria Técnica Tres. En la calle, platicaban dos chicas y un joven que hizo la parada al transporte y al despedirse,  mi pupila percibió en ellas, una energía especial, suave como luz de luna pero ardiente como los rayos de sol. Sólo vi una cabellera larga porque los vidrios polarizados no me permitían apreciar completamente lo que mis ojos se empeñaban ver.
Me había resignado a no intentar distinguir la silueta que se dibujaba por la ventana. La combi –el transporte público más común en Morelia–, luego que subió el joven que platicaba con las niñas avanzó lentamente y como el tráfico estaba cargado por la salida de los estudiantes, hizo que las chicas cambiaran su decisión y corrieron para subir también.
A partir de ese momento el tiempo transcurrió cuadro a cuadro, como en una película.
Fue  como la entrada de una reina a su palacio.
Al subir ella, percibí con más intensidad su presencia, observé sus muslos a trasluz de su falda corta por las luces de los automóviles y la imagen se detuvo en mi pupila un momento que fue placenteramente eterno. Mi corazón se aceleró, la adrenalina comenzó a fluir generosamente.
Se sentó frente a mí, su amiga a un costado. Lo primero que distinguí fue la perfección de sus labios. “Tiene una cereza en la boca” –pensé. Y por un instante absorbí, con una sola mirada, el dulce sabor de unos labios desconocidos pero frescos, nuevos a mis ojos y llenos de vida. Ella notó que mi atención la recorría como manos de enamorados, que semejan ojos con los que se perciben los mínimos detalles de cada parte.
Sentí un esfuerzo para hacer una pausa y no quedar pétreo como una estatua, así que la dejé descansar por unos instantes que me impacientaron; no seguirla observando me impedía respirar.
Cuando retomé mi ansiada búsqueda encontré la más bella sonrisa contemplada únicamente en los acercamientos a las mujeres más bellas en la Época de Oro del cine mexicano. Mi corazón seguía acelerado y estuve a punto de irme de bruces hacia ella.
Quedé admirado de la perfección y blancura de unos dientes que bien podrían anunciar cualquier pasta dental. Fue una ventana al cielo de la que me costó trabajo regresar.
Cuando recorrí su rostro de tez morena clara, con su cabello negro que caía hasta sus hombros, la sentí digna de un poema. Sus cejas bien delineadas resaltaban una mirada intensa pero amable, jovial que invitaba conversar y estar atento al mínimo fulgor.
Lo que terminó por cautivarme fueron dos pequeños lunares, uno junto a la comisura de sus labios y otro en el pómulo del lado contrario de la cara.
Quedé extasiado, de admirar la sensualidad de una niña-mujer en el momento de su desarrollo, así recordé la canción que dice: “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir”.
Había llegado el momento de bajar del transporte por lo que accioné el timbre y me dije algo resignado, “de seguro ella va a continuar”. La combi se detuvo. Para mi sorpresa se levantó y bajó con su compañero de escuela. “Seguro es su hermano”, me dije.
Luego caminamos hacia el mismo sentido de la calle pero me desvié para comprar pan que me había encargado mi esposa  y decidí detenerme en la florería para adquirir una rosa para mi casa. “Será mi cómplice muda de la pasión que he vivido”. Me dije y añadí, “¿qué es la vida? Sino algo efímero que no todos vivimos con intensidad”. Terminé diciendo.
Consolado por mis pensamientos, retorné hacia mi domicilio y me sorprendí al ver que ellos se habían detenido a conversar. Los vi cuando doblé la esquina, entonces continuaron caminando y seguí tras ellos; al llegar una cuadra más adelante se despidieron y comprendí que era mi oportunidad de acercarme para conocerla, cuando él dio media vuelta, se alejó y la tuve a dos metros de distancia.
–Hola –Le dije con ternura.
–Hola. –Contestó amablemente después de voltear. Supe que me había reconocido porque una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
Su mirada se alumbró con el reflejo de la mía. Todo lo existente desapareció a mi alrededor, estaba solo con ella en medio de ninguna parte. Guardó silencio y me miró con atención, las palabras se me atoraban en la garganta. Ahí estaba frente a quien me había ofrecido al verle, un oasis donde pude experimentar vivir.
Extendí mi mano para saludarla pero olvidé que traía la rosa.
Mi sonrisa se había quedado eterna así que lo único que alcancé a decir, fue:
–Para la mujer más hermosa que hayan mis ojos contemplado.
–Gracias. –Dijo sin quitar su mirada de mi rostro.
–Es porque en tu mirada encontré el más bello regalo para mi vida: encontré el verdadero amor. –Di un paso hacia ella y le puse tan cerca la rosa que sentí casi rozar su busto. Sus mejillas se sonrojaron, nuestra respiración se comenzó acelerar, inclinó la cabeza para mirar la rosa y delicadamente la tomó entre sus manos.
Suspiró y me dijo,
–Es muy bello de tu parte. –Dijo tomando la rosa, nuestras miradas se volvieron cómplices y ambos sonreíamos.
Entonces tomé valor y con la voz más suave pero audible le dije,
–No habría nada más hermoso para mí vida, que aceptaras ser mi reina. ¿Aceptarías ser mi reina? –Aseveré con una solemnidad de enamorado.
Fueron segundos que parecían eternidad. Ella seguía mirando la rosa sin decir una sola palabra. La seguía contemplando, como el que está muriendo recorre toda su existencia en un segundo, para renacer en otra vida; y sin notarlo, la puse en mi corazón con la misma intensidad que lo hacen aquellos que han estado juntos eternamente. También sentí que mi corazón estaba a merced de un rechazo y de ser hondamente lastimado porque lo dejé abrirse a una ilusión repentina. Sus labios comenzaron a transformarse en una luna sonriente y con voz suave dijo,
–Coincidimos y así sin avisar es como entra el amor.
No podía creer que esas palabras, estuvieran siendo pronunciadas por tan hermosos labios.
– ¿Entonces aceptas ser mi reina? –Pregunté para confirmar la victoria del amor sobre mis dudas.
–Sí. –Dijo entre un suspiro, levantando su mirada. Mientras en su cuello su pulso era evidente y su respiración más agitada.
Mi mano se deslizó por su mejilla hasta rodear su nuca y como el atardecer muestra sus matices rojos, vi sus labios lentamente deslizarse hacia los míos. Fue un instante que llegó a la cima de mis emociones y que duró todas las vidas, si es que en otras vidas nos habíamos encontrado.
–Me tengo que ir. –Dijo después de un prolongado beso y de separarse lentamente.
–Esta es la hora en que regreso del trabajo le dije, ¿Nos vemos mañana a la misma hora?! –Le pregunté mirando el reloj.
–Sí. –Contestó ella con una sonrisa más amplia.
–Desde hoy viviré para hacerte feliz. –Le dije mirándola profundamente a los ojos.
–Y yo para hacerte feliz a ti. –Contestó ella.
–Mañana te espero a las ocho quince en este lugar. –Aseveré cortésmente y esperé su respuesta para dar vuelta y cerrar el instante que haría que mi vida encontrara un nuevo camino.
–Estaré deseosa de verte. –Dijo. Al tiempo que asentía con la cabeza. Su voz me situó aún más en la verdad de la distancia de nuestras edades. ¿Tendría acaso quince años?
Comenzó a caminar hacia la calle cerrada donde vive pero nuevamente volteó y me gritó en voz baja: “¡Vivo en el sesenta y nueve!”
Aguardé para ver donde estaba su casa. Antes de entrar me miró y besó la rosa. Así tan luego entró, voltee y comencé a caminar.
“Hummm…” –Suspiré, viendo hacia mi destino, soñando un día tener un hogar.
Mi suspiro se quedó en el ambiente suspendido por largo rato.
De repente escuché la voz de mi mujer hablarme al oído:
–Prudenciooo, ¿vas ir a trabajaaar?
–¿Ya es hora? –Dije pensando: “en cualquier momento arderá Troya”.
–Todavía tenemos otro rato por si quieres seguir… “con lo de anoche”. –Volvió a decir en un tono que no había escuchado desde hace muuucho tiempo.
– ¿Con lo de anoche? Pregunté confundido y traté de abrir mis ojos.
–Sí, mi rey, estuviste en un plan romántico, te portaste como ¡todo un hombre!
Me hablaste de amor, me pediste que fuera tu reina y me diste una rosa.
Hace mucho no me conquistabas con tantos detalles, mi vida. Me vestí como te gusta: muy exótica. Luego de meternos entre las sábanas me recorriste con tus manos con tanta pasión que todavía está tibia cada parte de mí; vuelvo a recordar y siento “ganas”. Ni cuando éramos novios me tocabas así, ¡pillín! Me besabas “babeándome” toda: querías meter tu lengua hasta mi garganta y luego la pasabas por mi cuello y los lóbulos de mis orejas. Tu boca no paraba, pensé que no ibas a salir de allá abajo en toda la noche, otro poco y acabo con las uñas clavadas al techo como gata, pa-pi. Hasta mi dedo gordo del pie te lo querías acabar a lengüetazos. Hummm… Y tus “deditos” hacen magia, los mueves con tal maestría, que aunque no se te pusiera tiesa, me bastaría con el meñique. ¿Por qué no me lo habías hecho así, pa-pi-to? ¡Con lo que aguantas tigre! Me hiciste el amor seis veces… por donde quisiste; luego, ya medio dormido murmurabas… “sesenta y nueve, sesenta y nueve” y psss… “al rey lo que pida” y nomás te dije: “vengache pa acá”.  –Terminó diciendo.
– ¿Todo eso hicimos…?
– ¿Anoche?! –Dije como queriendo recordar.
– ¿Qué ya no te acuerdas mi tigrillo? –Sonrió tomándome de la barbilla y meneándola.
–Es que perdí la cuenta en el tercero. –Contesté para no evidenciar la amnesia.
–Bueno, creo que por hoy debes descansar, has hecho un trabajo ma-ra-vi-llo-so. Ya están listos tu desayuno, tu traje y camisas, por si quieres ir a trabajar. En un momento se calentará el agua, tallaré tu espalda y  te apretujaré un poco más ¡chiquitín! para que  te vayas bien limpio, ¡pa-pu-cho! –dijo, llenándose la boca con cada frase. ¡Ah, y gracias nuevamente por la rosa, está preciosa! Para la próxima traes también un “juguetito”, para divertirnos más mi amor. Me dio un beso “muy tronado” y salió contoneándose toda con su “chiqui-falda” roja, su liguero con las medias negras,  sus tacones rojos del catorce y sin brassier, dejándome con mis pensamientos completamente confundido por mis ensoñaciones y sueños.
Esa mañana, las piernas me temblaban al salir pero iba desayunado, bien “planchado”, con una sonrisa de oreja a oreja y con mi portafolio en la mano.
Aaah…” Suspiré y dije, “Sí, Ríspida es una nueva mujer” y abordé la combi.




Fin

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